"This huge, twisted trunk is the highest of all the vallenwoods in the Valley". Within it stories are told, within it tales are lived, he is witness of lots of adventures, because within it lives the magic ...

This is a magical world ...
where castles rises above clouds seas ...
and dreams walk calmly down the street ...
where every one can be that heroe who dreamed of one day ...
and
if they turn back, they see their wishes fulfilled ...
You´ve got a big heart, keep it filled with
happiness, Lord of the Shadows, so you can live more an live forever inside a
heart, inside yours, inside mine...


Every now and then we come across bands who find inspiration for their music in Dragonlance, most often from Raistlin who is unquestionably the saga's favourite character.

DRAGONLANCE MOVIE OFFICIAL WEBSITE

lunes, 15 de octubre de 2012

Kuive, sombra entre la oscuridad.

Escrito por Lore.
Me desperté repentinamente. O más bien, algo me despertó. Nunca supe qué fue, pero creo que debo darle las gracias, dado que de otro modo, mi conciencia habría continuado perdida, vagando errabunda por un extraño limbo entre sueño y realidad del que no lograba salir. 
Cuando mi conciencia se hizo presente, descubrí a mi alrededor un sitio que me resultaba familiar... había árboles, un bosque de árboles tupidos. Y también había piedras. Era el claro de un bosque, con un pequeño círculo de piedras en el centro, donde se habían celebrado muchas reuniones de los elfos nómadas y los elfos del bosque... era el claro...
De pronto se hizo la luz en mi mente... o más bien la oscuridad: un árbol retorcido, sangre, piel negra, el suelo muy cerca, espadas, gritos, sangre, mi madre tumbada, herida, sombras, hierba pisoteada, ramas arrancadas, sangre, ojos violeta...
Sin darme cuenta, en mi decidido pero a la vez inconsciente caminar, mis pies me habían llevado directamente al claro donde tantos años atrás había perdido a mi madre adoptiva y a toda mi familia, el claro donde mi vida había cambiado, donde todo había empezado...
No derramé lágrima alguna por el pasado. No lloré, no me entristecí, no maldije, ni juré venganza. Simplemente observé. Miré a mi alrededor, recordando, fijándome en cada detalle del entorno. Sólo unos instantes, luego, mi mente renovada tras todos los cambios que habían tenido lugar en mi vida después de aquel suceso, volvió al presente. Volví al presente y el ataque de los drow no resultó más que una vaga reminiscencia en algún lejano punto de mi ya muerta conciencia pasada. Aquel día era diferente y estaba allí por otra razón; aquel día no huiría, tenía que entrar. 
Y me decidí. 
Aquello estaba muy cerca y ya no podía demorarlo más, tenía que entrar en la Antípoda Oscura y, una vez allí, encontrar  Ashika, quienquiera que fuera... tenía que hacerlo por Rhíat, por Grinúviel.
Por Nuyveru. 
Así que emprendí el camino en dirección a las cercanas montañas y comencé a buscar una entrada al mundo oculto que me deparaba la incertidumbre reinante tras los inagotables muros de éstas. Sin embargo, no fue tarea fácil. Pasé tres días y tres noches enteros vagando a lo largo de los grandes macizos rocosos sin encontrar la más mínima fisura, la más pequeña grieta ni, por supuesto, ninguna entrada. 
Al cuarto día estaba ya exhausta. Llevaba todo ese tiempo sin apenas comer ni beber y tan sólo había tenido unas pocas horas de sueño cada noche porque siempre retrasaba la hora de acostarme por seguir buscando un poco más y al alba ya estaba en pie para continuar. Así que aquel día me alejé un poco de las paredes de piedra para ver si podía cazar algún animal pequeño cerca del arroyo o, al menos, recolectar algunos frutos. El agua del riachuelo me supo a miel en cuanto la probé, fresca y limpia y, si bien no pude cazar ni encontré ningún fruto, sí pesqué un par de truchas pequeñas en la corriente. 
Cuando hube recuperado fuerzas, volví a la montaña con mis convicciones de nuevo férreamente arraigadas en mi interior. Debía haber alguna entrada por allí cerca, tenía que haberla, de lo contrario, los elfos oscuros no nos habrían pillado por sorpresa aquella lejana noche. Había una entrada, solo que yo no era capaz de encontrarla... 
Continué caminando hasta que mis manos dieron con una grieta en el muro. Una grieta que antes me había pasado desapercibida. Un pequeño resquicio al que acerqué el rostro: salía aire frío y gélido por él, emanaba magia, una magia antigua y profunda, gestada en lo más hondo de la Tierra. Entonces deseé con todas mis fuerzas poder atravesar aquella diminuta grieta. Supliqué a toda magia que pudiera estar escuchándome que me ayudara a entrar en la montaña y poder acceder a la Antípoda Oscura. 
Y cuando supliqué, alguien respondió...
Más bien algo. Algo sombrío, profundo, antiguo. Era una poderosa sensación, más vieja que la misma montaña en la que se encontraba anclada... poderosa y malvada. Un roce sobrenatural que me hizo estremecer de pies a cabeza y que erizó todo el vello de mi cuerpo como nada antes lo había hecho. De pronto, mi cuerpo se volvió insustancial, mis manos -las cuales estaba mirando en aquel momento porque habían comenzado a temblarme- desaparecieron y todo mi ser se volvió etéreo por unos momentos. 
Al segundo siguiente, estaba de pie, mirando perpleja a la oscuridad más absoluta que se extendía ante mí, en las entrañas inexploradas de la montaña. Estaba dentro. Había llegado. Había conseguido entrar en la Antípoda Oscura y ya no había vuelta atrás. 
Aquel sombrío poder me había dejado una extraña sensación en mi interior, pero de él ya no quedaba ni rastro. Cuando traté de recordar en detalle cómo había cruzado la pequeña grieta, en contra de todas las leyes de la física, mi mente sólo fue capaz de verse desde fuera y verlo todo a la vez; durante un ínfimo momento del eterno tiempo fui nada y también lo fui todo, fui pasado, presente y futuro, gocé y sufrí, el tiempo se detuvo y pasó inexorable a una velocidad vertiginosa. Fui viento a través de la grieta, oscuridad en las profundidades de la roca y sangre tiñendo la hierba; fui ventisca de invierno, fui caminante, dragón de hielo. Y de todo aquello que en un instante pasó por mi ser, un atisbo de cada cosa quedó en mi interior, un retazo de tiempo, un pedazo de mundo, un soplo, una gota, un paso, una escama, un copo, una sombra... 
Y desde ese momento aquel extraño poder malévolo no me dejó en paz por completo, nunca más. Allí, en las proximidades de Menzoberranzan, en las entrañas de la montaña, persiguiendo mi pasado, construyendo mi futuro, una máscara más se había añadido a mi repertorio, mis ojos se habían vuelto verde oscuro; allí, en la Antípoda Oscura, me había convertido en una sombra entre la oscuridad. 

Me llamo Kuive, y éste es el pedazo azabache de mi historia. 

No hay comentarios: