"This huge, twisted trunk is the highest of all the vallenwoods in the Valley". Within it stories are told, within it tales are lived, he is witness of lots of adventures, because within it lives the magic ...

This is a magical world ...
where castles rises above clouds seas ...
and dreams walk calmly down the street ...
where every one can be that heroe who dreamed of one day ...
and
if they turn back, they see their wishes fulfilled ...
You´ve got a big heart, keep it filled with
happiness, Lord of the Shadows, so you can live more an live forever inside a
heart, inside yours, inside mine...


Every now and then we come across bands who find inspiration for their music in Dragonlance, most often from Raistlin who is unquestionably the saga's favourite character.

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martes, 2 de noviembre de 2010

Adara, prófuga de las sombras.

escrito por Irene.


Ella era como una despistada sombra. Tímida al caminar, a la vez sin preocuparse en absoluto de que nadie la descubriera por los campos. Adara, después de tanto caminar para salir de aquella montaña, se empezaba a aburrir. Pero a la vez estaba algo preocupada por su encuentro con otras personas… Tal vez un cartel con su rostro estaba en todos los mercados, en todas las tabernas, con una orden de búsqueda y captura. Aunque tal vez nadie la reconociera porque seguramente su rostro había cambiado mucho y sólo alguien que de verdad la conociera podría reconocerla con sus rasgos más maduros. Pasaba por casas aisladas, por pequeños poblados, pero nunca se acercaba de forma que la vieran, sino que iba a robar por las noches para poder alimentarse y vestirse. Los pensamientos fluían por su mente, las fantasías acerca de los oscuros acontecimientos de su pasado se tornaban en paranoia. Pero estando tan sola, y pudiendo hablar sólo consigo misma, se daba cuenta de ello y se esforzaba por no perder la razón.







Al cabo del tiempo, llegó a una ciudad que no conocía. Adara sólo pudo emocionarse al ver a tantos seres que se comunicaban, que se reían, que hacían una vida normal. Entró en una taberna para aclarar si sus miedos eran una realidad y la estaban buscando públicamente. Paseó por allí, fijándose en las paredes, fingiendo que se deleitaba con las ilustraciones que decoraban aquella tasca. Levantó las miradas de varios hombres, pues su juventud y su belleza no pasaban desapercibidas. Unos cuantos varones le gritaron, se le insinuaron y hasta le dijeron varias groserías. Ella se limitó a lanzarles miradas de asco.


Entonces, un humano joven y fuerte se acercó sigilosamente por detrás, pero no por ello Adara dejó de percatarse de su inminente encuentro. Cuando el humano iba a poner la mano en su hombro, Adara se giró y le agarró por la muñeca. Se miraron fijamente durante unos segundos en los que no hicieron falta las palabras. Ella le miró intensamente, desafiándole; pero lo que ella no esperaba es que él mantuviera la mirada, con cierta chispa y atrevimiento, pero a la vez dejándose desafiar. Lo que Adara distinguió es que no era un cerdo, como los demás que la habían mirado de forma lasciva. Poco a poco se relajó, y le fue soltando, aunque sin bajar la guardia. Sin decir nada, se sentaron en la mesa más cercana.


- Tú no eres de por aquí, ¿verdad? – preguntó el humano.


- ¿No es evidente? – insinuó Adara, burlándose del poco ingenioso comentario de su acompañante.


- Más que nada porque… - acercó su mano y le quitó unas ramitas de su cabello. Adara se sonrojó y le apartó la mano. El humano continuó – Tienes las mejillas curtidas por el viento de las montañas, los labios cortados. Creo que eso te hace más hermosa.


- Y yo creo que eres demasiado atrevido como para no haberme dicho tu nombre, ni saber el mío. Además, ¿no piensas invitarme a una bebida? Ya te imaginarás que hace mucho que no bebo más que agua.


El humano hizo un gesto al mesonero y le pidió dos pintas. Miró de nuevo a Adara, y se puso algo más serio y continuó hablando.


- Me parece que eres fuerte, semielfa.


- Semihumana, querrás decir – corrigió Adara con desdén.


- A eso me refiero. Se ve a simple vista que no eres en absoluto corriente. Creo que conozco a alguien que puede ayudarte. Porque… - de repente Adara lo agarró por el cuello y el humano calló.


- Dime ahora mismo qué sabes de mí, ahora mismo, o te corto el cuello – dijo Adara con los ojos bien abiertos, y apretó la boca en un intento de no echarse a llorar por lo nerviosa que aquel comentario la había puesto. El humano, otra vez, le sostuvo la mirada y esperó a que la joven se calmara. Adara, al ver que toda la taberna la miraba, le soltó y se sentó. Arrancó de las manos del camarero su jarra de cerveza, que acababa de traer pero no había dejado en la mesa ante aquel impacto. Ella bebió y el camarero se retiró sin pedirle el dinero, olvidándose de dejar la cerveza del joven humano, aunque a éste no pareció importarle. Adara dio un trago largo, disfrutándolo, y hasta que no se relajó no volvió a hablar.


- Bien… Dime qué está pasando aquí.


- Quiero darte la oportunidad de sacar toda esa ira que tienes dentro. Conozco a quien puede instruirte hasta convertirte en una gran guerrera. Eres una luchadora en potencia, Adara.


Adara abrió los ojos como platos. Esta vez, no fue capaz de reaccionar. El miedo pudo con ella. Su propio nombre retumbaba en su cabeza. Entonces, el humano sacó algo de su bolsillo. Un papel manchado de sangre. Un papel muy familiar.


- Se te ha caído al entrar – dijo el joven, entregándole a Adara la declaración de guerra a los elfos que había estado colgando de su cimitarra. Adara lo cogió y se levantó avergonzada, sin decir palabra.


El humano le sujetó la mano suavemente, en señal de comprensión. Adara le miró, y le soltó la mano. Subió las escaleras y él la siguió. Allí estaba Adara, esperándole en el pasillo.


Se besaron. Estuvieron besándose durante varios minutos. Él acariciaba su rostro, y ella sujetaba sus ropajes. Fue algo intenso, algo sincero. Lentamente, separaron sus labios. Sin mirarse, hablaron en susurros.


- No quiero juzgarte, Adara. Pero he comprendido el dolor que albergan tus ojos. Creo que mereces algo mejor que vagar por la montaña.


- No sé lo que siento… No recuerdo nada de lo que pasó. Estoy muy confusa…


- Mi oferta sigue en pie. Si en algún momento alguien quiere hacerte daño, debes estar preparada.


El joven susurró al oído de Adara cómo llegar a su nuevo destino. Dejó caer en su bolsillo unas monedas. Besó su frente, la miró a los ojos y acarició su mejilla, secándole las lágrimas que corrían por ella. Bajó las escaleras.






Adara se sentó en el suelo. Pasaron unas horas hasta que llegó la noche, y el mesonero le llamó la atención. Pagó por una habitación y se hundió bajo las suaves mantas de la cama. Sabía que no volvería a verle. Sabía que le debía aquel momento de sinceridad, y que al día siguiente debía partir a aquel lugar que el bello humano le había indicado. Entre lágrimas, Adara recordó que aún quedaban buenas personas en el mundo y sonrió.