"This huge, twisted trunk is the highest of all the vallenwoods in the Valley". Within it stories are told, within it tales are lived, he is witness of lots of adventures, because within it lives the magic ...

This is a magical world ...
where castles rises above clouds seas ...
and dreams walk calmly down the street ...
where every one can be that heroe who dreamed of one day ...
and
if they turn back, they see their wishes fulfilled ...
You´ve got a big heart, keep it filled with
happiness, Lord of the Shadows, so you can live more an live forever inside a
heart, inside yours, inside mine...


Every now and then we come across bands who find inspiration for their music in Dragonlance, most often from Raistlin who is unquestionably the saga's favourite character.

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domingo, 17 de octubre de 2010

Adara, vengadora.

escrito por Irene.

Nada.

Eso era lo que había allí, nada. Apenas se filtraba la luz del sol entre las nubes, la niebla, el feroz viento y los ojos entrecerrados de la joven que yacía en la tierra. Finalmente los abrió, aunque el viento hacía que saltaran sus lágrimas.
No podía moverse a causa del dolor, que invadía todo su cuerpo. Lentamente trató de incorporarse, pero estaba tan débil que volvió a caer, golpeándose contra el suelo. Esta vez el viento no fue lo que provocó que las lágrimas brotaran de sus celestes ojos. “Creo que voy a morir aquí”, pensó. Pero cuanto más lloraba, menos sufría. El dolor se fue disipando, y cuando fue consciente de ello, sintió de nuevo la esperanza. Poco a poco, sus músculos se reforzaron y logró mantenerse en pie. Parecía que hacía mucho que sus huesos no se movían.
Se revisó minuciosamente. Ni un rasguño, ni un moretón. Sangre seca en su piel y en sus ropajes. Comenzó a caminar, y a pocos pasos se tropezó con una cimitarra. Sangre otra vez, mancillando el frío acero. Sangre, ¿de quién? Al hacerse esa pregunta, la joven se dio cuenta de un importante detalle: no recordaba quién era ella misma. De pronto, se sintió muy aturdida, y tuvo que sentarse. El frío comenzó a apoderarse de ella; su ropa estaba rasgada. Entonces, se dio cuenta de que había un papel atado con un lazo a la empuñadura de la cimitarra. Impaciente, lo arrancó y lo abrió.

No sé si seguiré viva mucho tiempo. Me llamo Adara y he tomado una decisión: acabar con los elfos. Quería que se supiera, que los elfos son más sucios y crueles de lo que todo el mundo se cree. Rechazan su sangre, son unos asesinos… Vengo la muerte de mi padre, asquerosos elfos, hoy vuestra sangre correrá con la suya en vuestros amados campos. No volveréis a verlos. Los elfos me arrebataron a mi padre, me negaron una vida digna.
Si alguien encuentra mi cuerpo, que encuentre esta sagrada confesión. Que yo, la semihumana, logré acabar con esos asesinos.”

Quiso soltar aquel papel y que el viento se lo llevara, pero sólo podía agarrarlo con más fuerza, como si no pudiera librarse de él. Recuerdos, como golpes, se agolpaban en su cabeza.
Llamas. Oscuridad. Sangre. El humo escapando de entre los árboles. Un elfo sangraba. Gritaba con odio y rabia... y su ahogada voz tenía un atisbo de decepción que la niña no comprendía. Gritaba su nombre. Mientras aquel elfo no apartaba sus ojos de ella, los músculos de la pequeña semihumana comenzaron a agarrotarse, todo se volvió gris, y lo último que sus ojos vieron fue al elfo morir. Con su mano, y sujetando con esfuerzo la cimitarra,  intentaba alcanzar al elfo. Y entonces…
Nada.

Su cabeza empezó a atar cabos. Sin heridas no entendía su dolor, pero tal vez era una fuerte presión lo que le hizo daño. ¿Un hechizo que a aquel elfo le salió mal? Una buena causa para haber perdido la memoria. Observó sus manos. En su recuerdo, eran más pequeñas. De una niña. ¿Cuánto tiempo llevaba bajo el efecto del hechizo? ¿Cuántos años habían transcurrido?
Si era una asesina, quería entender, quería saber qué había ocurrido. Quería respuestas. Así, enfundó su cimitarra, manchada de sangre de elfo. Golpeó con sus pies descalzos el suelo y alzó la vista. Por fin se sentía fuerte.
Tenía un nombre. Una identidad. Una garantía de que alguien la esperaba, aunque fuese para matarla. Ahora caminaría sin descanso hasta el anochecer. Adara recordó que le gustaba la niebla y se echó a reír.