"This huge, twisted trunk is the highest of all the vallenwoods in the Valley". Within it stories are told, within it tales are lived, he is witness of lots of adventures, because within it lives the magic ...

This is a magical world ...
where castles rises above clouds seas ...
and dreams walk calmly down the street ...
where every one can be that heroe who dreamed of one day ...
and
if they turn back, they see their wishes fulfilled ...
You´ve got a big heart, keep it filled with
happiness, Lord of the Shadows, so you can live more an live forever inside a
heart, inside yours, inside mine...


Every now and then we come across bands who find inspiration for their music in Dragonlance, most often from Raistlin who is unquestionably the saga's favourite character.

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sábado, 24 de septiembre de 2011

Venecia/Venice



VENECIA/VENICE













Venecia.



Una ciudad de la que vuelvo totalmente anonadada, no tengo comentarios, no existen palabras para expresar lo maravilloso de este viaje. Es una ciudad que nació y morirá en el mar y, en su pequeñez y su antigüedad, es una ciudad inmensamente grandiosa. Todos sus recovecos, sus esquinas, sus canales y sus gentes son mágicos, diferentes. 
Un viaje increíble. Gracias. o^^o










Venice.



A city from where I come back extremely amused; I haven´t got any comments, any words all over the world to explain the wonders of this trip. It is a city wich born and will die in the sea and, from its littleness and oldness grew a very great wonderful city. All its nooks and cranniescorners, channels and its people are magical, different.
A marvellous trip. Thanks. o^^o






viernes, 2 de septiembre de 2011

Mazmorra: Misión de recuperación (3)


Escrito por Lore. 

Al fondo del pasillo había una puerta, la que se veía a simple vista. Pero además, junto a ésta había otra en una de las paredes. Los compañeros decidieron probar suerte con la primera que habían divisado.
Tras un infructuoso intento de burlar aquel extraño candado que no tenía una sola apertura para introducir una ganzúa, Tüan dejó paso a Kuive que se acercó sacando con el más absoluto cuidado un frasco sellado de uno de sus  bolsillos.
-¿Es marea? –preguntó el mediano mirando el frasquito con expectación.
Kuive sonrió.
-Reacciona en contacto con el aire –explicó- cuidado.
Entonces, con dos dedos retiró el lacre que sellaba el tapón de corcho y abrió el botecito volcándolo rápidamente sobre la cerradura. Un acuoso líquido verdoso se derramó sobre ella produciendo al instante un leve siseo y un humillo gris. Rápidamente la hechicera soltó el frasco y el corcho que se desintegraron por completo antes de llegas siquiera al suelo.
-Ya no debería de oponer resistencia –le comunicó la elfa a Axxis- pero ten cuidado, no roces la cerradura.
El dracónido asintió y de nuevo lanzó a la puerta una fuerte patada que la abrió de un golpe.
Tras ella sólo había otra sala vacía. Más bien una especie de laboratorio. Y de nuevo más muertos humanos esparcidos por ella. Tüan y Kuive se adelantaron de nuevo a inspeccionar el lugar y, al no detectar nada extraño, llamaron a los demás.
-Aquí hay unos barriles con el mismo símbolo que la posada del viejo enano –comentó Adara.
-Todo es muy raro –añadió el mediano, examinando de cerca uno de los cuerpos muertos- por la rigidez del cuerpo y el color de los labios y los ojos, estos humanos llevan muertos mucho tiempo como para no estar descomponiéndose…
-Los drow tienen toxinas que evitan la descomposición –aclaró Darjeeline.
-Pero estos tipos no se parecen en nada a un drow –Kuive, que seguía inspeccionando el laboatorio, habló en un quedo susurro pero todos la escucharon a pesar de encontrarse al otro lado de la habitación, a causa de la resonancia del lugar- no son drows. Alguien nos lo quiere hacer creer, pero no es verdad, no lo son…
-Estoy de acuerdo –el enano ya se encontraba en la puerta del laboratorio de nuevo- y cada vez nos internamos más en este caótico laberinto, no me gusta un pelo así que cuanto antes encontremos el báculo y lo rescatemos y nos vayamos de aquí mejor.
-¿No se supone que a los enanos os gustan las cuevas? –rió Axxis.
-Tú lo has dicho, las cuevas –respondió bruscamente Grimnir- no las mazmorras laberínticas sin ventilar… vámonos.
-Aquí ya no hacemos nada –aceptó la clérigo- sigamos.
Al acercarse a la siguiente puerta, Grimnir comprobó que no era tal, tan sólo se trataba de una gruesa cortina decorada a tal efecto, de forma que en la oscuridad pasaba por madera. El enano la retiró y los dejó pasar; los compañeros se encaminaron a través del pasillo que había al otro lado, Tüan y Kuive unos pasos más adelante, haciendo de avanzadilla y Adara y Grimnir cubriendo la retaguardia con las armas prestas.

Unos momentos después la mecha de la lámpara se consumió y el pasillo quedó sumido en una total oscuridad. Las paredes olían a cerrado y los compañeros tuvieron que detenerse porque ni siquiera los que estaban acostumbrados a ver en la oscuridad divisaban el suelo un par de palmos por delante de ellos.
Kuive invocó de nuevo el pequeño haz de luz que se colocó otra vez frente a ellos y avanzó precediéndolos, guiándolos e iluminando la oscuridad reinante.
Unos metros más adelante una bifurcación les apareció al paso. Dos pasillos, exactamente iguales, a izquierda y a derecha. Tüan y Kuive se miraron y examinaron ambos corredores. No había signo alguno que los diferenciara.
-Propongo que nos dividamos –observó Darjeeline al llegar a donde ambos se habían detenido- yo también puedo invocar algo de luz –explicó dirigiéndose a la elfa- Tüan y tú sois los que exploráis así que podéis ir cada uno por un corredor, yo iré con él para iluminarle, así que Axxis puede ir contigo y Grimnir y Adara que guarden cada uno una retaguardia como han hecho hasta ahora.
-Me parece bien –accedió Kuive- si en una hora no habéis encontrado nada, volved aquí, ¿de acuerdo? Esta bifurcación será nuestro punto de encuentro.
-Bien ¿estáis de acuerdo? –preguntó el mediano al resto.
Los demás dieron su aprobación y dicho lo cual, los dos grupos de compañeros partieron cada uno por un pasillo.

Kuive se adentró por el pasillo de la izquierda, guiando con su orbe de luz a Axxis y a Grimnir.
-Esto está cada vez más hundido bajo tierra –comentó el enano- lo noto en los huesos.
A medida que el corredor descendía, fue estrechándose y el techo fue bajando hasta un tamaño en el que Axxis se sintió incómodo.
-No tengo holgura de movimientos aquí –comentó estirando los brazos a ambos lados del cuerpo y viendo que tocaba ambas paredes con las palmas sin problemas- espero no tener que pelear o no sería de mucha ayuda en un corredor tan estrecho…
La éladrin y el enano no contestaron. Ambos sabían que tenía razón; si los atacaban en aquel pasillo, estarían en clara desventaja.
El corredor siguió descendiendo y Kuive aceleró el paso. Sentía la humedad de las paredes penetrar sus huesos hasta la médula y notaba el temor creciente de sus compañeros hacer compañía a su propio miedo.  No era miedo a lo desconocido, lo sabía, era el nerviosismo propio de los guerreros que saben que van a tener que pelear algún día contra alguien más fuerte, que los puede vencer. Entonces el pasadizo giró otro recodo y una vaharada de frío y cortante viento les salió al encuentro, descendiendo de la bóveda del pasillo que se elevaba de nuevo.
-Este pasillo tiene algo extraño –la elfa cerró los ojos un momento, concentrada- no detecto ninguna trampa mágica, pero caminad con ojo, puede haberlas mecánicas.
Axxis asintió y Grimnir sacó su hacha de doble filo, siempre que la empuñaba, se sentía más seguro, aunque sabía que no le serviría de nada frente a una trampa.
No bien habían avanzado un par de pasos más internándose en aquel pasillo, Grimnir se detuvo unos segundos examinando detenidamente un pedazo de pared.
-¿Qué son estas extrañas muescas de…? –sin embargo, no le dio tiempo a terminar pues un sinfín de extraños chasquidos se oyeron a lo largo del corredor.
-¡Dagas! –gritó el dracónido al tiempo que enganchaba su maza al cinturón y pegaba un salto con una agilidad tal que nadie le habría imaginado a una criatura de su envergadura.
El enano y la elfa tuvieron una décima de segundo para reaccionar. Ella saltó en la única dirección que tenía libre, hacia delante, dio una voltereta en el suelo y se levantó también de un salto para caer con manos y pies varios metros más allá. Él dio un paso adelante y se agachó con la espalda pegada a una zona de la pared derecha en la que no había visto ninguna hendidura y levantó su hacha de doble filo con la que pudo desviar las dagas que salieron disparadas de la otra pared en su dirección.
-¿Alguno estáis herido? –el dracónido, increíblemente sujeto a ambas paredes con manos y pies, como quien escala una grieta de las montañas, se mantenía elevado a unos dos metros y medio sobre el suelo- ¿os ha alcanzado alguna?
-No –respondió Grimnir con los nudillos completamente blancos alrededor del mango de su preciada arma- a mí no…
-A mí tampoco –contestó Kuive- y aquí hay otra puerta…
Entonces, pasado el peligro, el dracónido descendió y el enano se levantó y se dispuso a caminar. Entonces, cuando no habían dado ni tres pasos aún, oyeron de nuevo los innumerables chasquidos en el pasillo.


Tüan caminaba en la dirección opuesta, iluminado por la tenue luz que procedía del amuleto de la semielfa. Adara, tras ellos, avanzaba echando constantes ojeadas por encima de su hombro.

Su pasillo también descendió y se estrechó y ellos también sintieron la humedad y el temor frío les recorrió hasta la médula de la misma forma que a sus otros tres compañeros. Entonces, llegados a un punto, ellos también encontraron un recodo y, tras él, una nueva vaharada de aire gélido.
Tüan se dispuso a continuar avanzando tras observar que en el pasillo no había nada amenazante, pero Darjeeline, sujetándolo por el cuello del jubón, lo retuvo junto a ella.
-Percibo algo –comentó en un susurro, el fulgor de su amuleto reflejándose en cambiantes ondas contra las paredes y el suelo- aquí hay más espacio del que parece.
Entonces Adara se agachó y recogió una piedrecita del suelo para, acto seguido, lanzarla pasadizo adelante. Cuál no fue su sorpresa cuando, en lugar de el característico rebote en el suelo dos o tres veces que debería haber hecho, la piedra atravesó la supuesta piedra y desapareció. Uno segundos después oyeron un lejano clac cuando ésta tocó el verdadero fondo.
-Por las barbas de Takklin… -renegó el mediano adelantando con cuidado un pie y comprobando que justo frente a él ya no había suelo para pisar- ¿hasta dónde demonios llega ese foso?
-Vamos a comprobarlo –Darjeeline se había colocado de rodillas en el mismo sitio en que se encontraba y en aquel momento murmuraba suavemente, con los ojos cerrados, unas extrañas palabras mientras sujetaba fuertemente su amuleto con ambas manos.
En ese momento, como si fuera el favor de Mielikki canalizado por ella, miles de partículas brillantes comenzaron a condensarse entorno al amuleto y, poco después, éste emitio un haz de luz que iluminó todo el pasillo frente a ellas y se adhirió a las paredes como si de un ser vivo se tratase, haciendo que desapareciera la penumbra en que los tres estaban inmersos.
El foso que tenían debajo terminaba en un suelo de tierra lleno de estacas y medía unos dos o tres metros de largo.
-Vale, no es un reto difícil… -el mediano hurgaba en su petate con ambos brazos y casi la cabeza dentro de él.
-¿Qué pretendes? –Adara se movió, pero no consiguió ver lo que éste buscaba hasta que lo sacó: un gran pedazo de cuerda de la cual le tendió un extremo.
-Sujétala fuerte, por favor –le pidió el mediano- si me sale mal, sólo tú evitarás que no me empale yo mismo.
Entonces, el mediano, sin dar tiempo a las otras dos a reaccionar, se ató el otro extremo de la cuerda a la cintura y retrocedió para coger acrrerilla.
-¡Apartaos! Pegaos a la pared todo lo que podáis.
Las dos semielfas hicieron lo que les pedía, Adara enrollándose el extremo de la soga a su propia cintura y sujetándolo con fuerza, Darjeeline sujetando fuertemente el amuleto mientras le seguía pidiendo a su diosa su favor.
Entonces Tüan corrió y saltó al llegar al borde. A mitad del salto, el mediano, asustado, se dio cuenta de que le faltaba impulso, que no conseguiría llegar al final, pero de pronto, bajó él el aire se hizo más denso y luminoso y pudo dar un pequeño impulso más para llegar al otro lado.
Sus pies se posaron en el suelo y rodó para alejarse del borde. Sólo entonces, al ponerse en pie de nuevo, se dio cuenta de todo lo que acababa de suceder. Sin perder un segundo, ató la cuerda a un saliente de roca y se dio la vuelta, sonriendo hacia sus compañeras.
-Yo no puedo saltar así –negó la clérigo.
-No te preocupes –Adara estaba dando vueltas a la cuerda a otro saliente y sujetando el extremo con su propio peso añadió-: utiliza la cuerda, sube los pies y cruza.
Darjeeline, pareciéndole aquello más factible, agarró la cuerda con ambas manos y se aupó, enganchando también los pies mientras Adara hacía de contrapeso con los brazos en tensión y la espada a la cintura. Así cruzó.
Después Adara soltó la cuerda y se ató ella misma a la cintura.
-Ahora os toca salvarme a mí.
Entonces cogió carrerilla y saltó también. De nuevo fue capaz de impulsarse otra vez en medio del aire, gracias al favor que Mielikki le había concedido a Darjeeline. Justo cuando tocaron sus pies el suelo, a salvo en el otro lado, la luz se desvaneció sumiéndolos de nuevo en la más completa oscuridad.

Axxis y Grimnir consiguieron salir de aquella endemoniada zona del pasadizo rápidamente antes de que la segunda andanada de dardos se disparase. Junto con Kuive, giraron el siguiente recodo y se encontraron de nuevo con una puerta al final del pasillo.
-¡Estoy hasta la punta las escamas de puertecitas! –rugió Axxis dispuesto a derribar este nuevo obstáculo.
-Espera –Kuive lo detuvo, colocando una mano sobre la puerta y cerrando los ojos.

Adara, Darjeeline y Tüan llegaron también a otra puerta. Darjeeline también apoyó una mano sobre ella y cerro los ojos.

Nada.
Kuive y Darjeeline abrieron los ojos y avisaron a sus respectivos compañeros.
Axxis y Tüan se acercaron a las puertas, ambas abiertas; la empujaron suavemente, oteando al otro lado: una habitación vacía; habían aparecido cada uno en un extremo de ella. Ambos entraron y, al no detectar nada fuera de lo normal, hicieron pasar a sus compañeros.
Se encontraron todos en una especie de cámara abovedada, de forma redondeada y con las paredes de piedra maciza. Ni un solo ventanuco, ni un cuadro, ni un tapiz. Nada. Sólo paredes y paredes de fría y oscura piedra y un altar gigante vacío en el centr del gran habitáculo. La bóveda se elevaba miles de metros sobre ellos y en la cámara había luz merced a un agujero redondo que estaba practicado en el centro de ésta, sobre él el cielo abierto; ya había amanecido.
-¿Cuántas horas llevaremos aquí? –preguntó Kuive mirando al techo.
-Demasiadas para mi gusto –respondió el enano- ¿y ahora qué?
No bien había terminado de pronunciar estas palabras cuando las puertas se cerraron tras ellos violentamente. Un humo vibrante recorrió la habitación, como si emanara del altar y, de pronto, sobre éste comenzó a materializarse una figura. Frente a ellos tomaba forma rápidamente un ser de trueno y hielo, un titán, acompañado de una ventisca que casi los lanza a todos por los aires, de no ser porque unos a otros se fueron sujetando y Axxis, el más grande de todos, consiguió mantenerse firme en el suelo. De hecho, a Tüan se le levantaron los pies; si Kuive y Darjeeline no lo hubieran estado sujetando, probablemente habría dado un par de vueltas a la habitación –cosa que, por otro lado, no le habría importado probar-.
-Definitivamente, compañeros –dijo Kuive cuando todo se hubo calmado- esto no eran drows…
Una sonora y tenebrosa carcajada hizo retumbar toda la cámara.
-No –la voz, de ultratumba, parecía surgida de todas partes y de ninguna a la vez, pero era el titán el que hablaba, ya que los compañeros lo veían vocalizar perfectamente- no eran drows… sólo eran unas burdas ilusiones para poneros a prueba.
Ninguno de ellos osó moverse, a ninguno le gustaba aquel ser, les daba mala espina. En un movimiento casi imperceptible, Grimnir desató el seguro de su hacha y Axxis y Adara agarraron fuertemente las empuñaduras de sus armas.
-Bienvenidos –continuó el titán, mientras los truenos retumbaban junto a su voz y una vaharada de hielo les alcanzaba- os estaba esperando. De hecho, no confiaba en que llegarais hasta aquí…
El extraño tono de su voz hizo que a la mente de Kuive le viniera el hechizo más poderoso que tenía en aquellos momentos y que Darjeeline agarrara con una mano su nueva guadaña y con la otra su amuleto. Tüan, por su parte, ya había cogido con ambas manos dos pequeñas dagas.
Pero entonces, sin mediar más palabra, el titán se desvaneció y en su lugar apareció un dragón de color azul claro, con los ojos como zafiros. Era casi de la altura de la propia cámara y, cuando extendió las alas, arañó ambas paredes con las puntas de las garras.
El enorme ser los miró con ojos inteligentes nada más aparecer y abrió la boca, dispuesto a lanzar una vaharada de su gélido y letal aliento.
El primero en reaccionar fue Tüan que, con un certero lanzamiento de las dagas, acertó en uno de los ojos del dragón, dejándolo medio ciego y completamente enfurecido.
El dragón soltó una helada brisa a través de su fauces abiertas y los compañeros tuvieron que saltar a ambos lados para esquivarlo. Entonces Kuive, que llevaba unos segundos concentrándose, se levantó, afianzó ambas piernas en el suelo, frente a la imponente criatura y levantó una mano a la par que cerraba los ojos.
Entonces todo desapareció; sólo había blanco, una gran extensión de blanco con algunos retazos de azul. Era la mente del dragón. Kuive buscó su conciencia y, rápidamente, trató de relegarla a lo más profundo de su ser, bajando allí junto con ella, para retenerla.

Desde fuera, el resultado de esto fue que Kuive cayó al suelo al mismo tiempo que el dragón y sólo se salvó del golpe merced a que Grimnir, que se encontraba al lado, la sujetó y la depositó en el suelo suavemente.
La elfa tenía cara de concentración, pero estaba profundamente dormida, al igual que el dragón.

Kuive cada vez se aferraba con más fuerza a los recónditos recovecos de la mente del ser. Los más oscuros y lejanos. La conciencia de la criatura pugnaba por escapar de su abrazo, pero ella se resistía a permitírselo.

En la cámara, Darjeeline se dio cuenta de lo que intentaba su compañera.
-¡Rápido! –gritó- lo está manteniendo dormido, ¡tenemos que acabar con él ahora!
Y acto seguido se adelantó y cargó con su guadaña atravesando una de las patas de la criatura, el único sitio al que llegaba.

De pronto, de la masa blanca e informe que era la conciencia del dragón surgió un estruendoso alarido que desconcentró a Kuive y casi hizo que lo soltara. El dragón invocó su propia conciencia para contrarrestar el hechizo, pero la elfa, concentrándose aún más, empleó todas sus fuerzas y consiguió mantenerla bien sujeta contra el fondo de la más alejada oscuridad de la mente de éste.

El rostro de la éladrin se contrajo por el esfuerzo y la concentración.
-¡¡¡Daos prisa!!! –Adara se encontraba junto con el enano, al lado de la joven Kuive y ambos veían perfectamente los cambios en el cuerpo de ésta.
Un sudor frío le recorría la frente y su cara estaba comenzando a quedarse pálida. Los manos estaban ardiendo, al igual que su pecho que se agitaba rápidamente, junto con su respiración.
Tüan se había acercado por detrás y comenzaba a rasgarle al dragón una de las alas.
En aquel momento la criatura se retorció y el cuerpo de Kuive se encongió completamente, con las manos alrededor de su vientre. Su rostro reflejaba la más absoluta concentración. Entonces se relajó y el dragón cayó al suelo de nuevo, inherte.
-¡Así no hacéis nada! –gritó Grimnir.
-¡Sólo lo enfurecéis y a la elfa le cuesta más retenerlo! –añadió Adara.
Entonces Axxis, que se había dedicado a trepar por la espalda del ser, levantó si maza y descargó el golpe más fuerte que pudo sobre la cabeza de éste. El dragón se revolvió y el cuerpo de Kuive dio una vuelta entera en el suelo, pero aún así, la moribunda criatura, no se despertó.
Entonces, viendo que el blanquecino reptil había dejado su pecho al descubierto, Darjeeline levantó ambas guadañas y las descargó ambas contra el lugar donde debería estar el corazón de la criatura.

Kuive notó que la conciencia del ser comenzaba a apagarse y trató de soltarla, pero entonces fue ésta la que la tretuvo a ella. “Caerás en la oscuridad conmigo” oyó que murmuraba toda la mente del ser a su alrededor, volviéndose cada vez más oscura.

-¡No! –la joven elfa abrió los ojos de golpe al tiempo que se incorporaba, quedando sentada en el suelo, flanqueada por el enano y la semielfa.
-Ha muerto –oyó que decía entonces el mediano, acercándose a ellos junto a la otra semielfa y el dracónido.
Kuive los miró a todos como si acabara de despertar de un sueño.
-Sé dónde está –dijo de pronto.
Se levantó y corrió hacia el altar del centro de la sala, ahora destrozado. Rebuscó entre los escombros y encontró un baúl alargado. Lo abrió, puesto que no estaba cerrado con ningún candado y dentro halló lo que buscaba. Al fin. Cuando alzó la mano, sus compañeros pudieron ver un largo báculo de madera de roble, con el final entrelazado alrededor de una piedra verde. En un lado de la madera, tallado con esbeltas letras había algo en un idioma que no conocían: éladrin. Y bajo ello, una palabra que sí reconocieron: Kuive.
En ese momento, una estruendosa risa resonó en la cavidad, procedente de todas partes y de ninguna. Al mismo tiempo, el dragón muerto se desintegró en volutas de humo y la sala se oscureció ligeramente.
-Quiero salir de aquí ya –comentó darjeeline- este extraño lugar de muerte y destrucción no me gusta nada. Es como si no estuvieramos en el mundo real, como si fuera un lugar paralelo, extraño… me da mala espina…
-¿Y cómo salimos ahora? –preguntó Axxis- ¿volvemos atrás?
-Eso… -sonrió Tüan abriendo de nuevo su petate y metiendo una mano en él, rebuscando- …o salimos por la salida más cercana.
Entonces levantó la vista y todos lo siguieron. Alzaron sus ojos hacia el techo, hacia el agujero, el cielo abierto. Hacia su vía de escape, el aire puro, su ansiada salida. Alzaron los ojos hacia el mundo de arriba, hacia su hogar, el mundo real.