"This huge, twisted trunk is the highest of all the vallenwoods in the Valley". Within it stories are told, within it tales are lived, he is witness of lots of adventures, because within it lives the magic ...

This is a magical world ...
where castles rises above clouds seas ...
and dreams walk calmly down the street ...
where every one can be that heroe who dreamed of one day ...
and
if they turn back, they see their wishes fulfilled ...
You´ve got a big heart, keep it filled with
happiness, Lord of the Shadows, so you can live more an live forever inside a
heart, inside yours, inside mine...


Every now and then we come across bands who find inspiration for their music in Dragonlance, most often from Raistlin who is unquestionably the saga's favourite character.

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martes, 30 de agosto de 2011

Mazmorra: Misión de recuperación (2)



desarrollo de batallas

***Estas historias serán las únicas que no escribiré en inglés porque son demasiado largas y porque aún no tengo suficiente vocabulario y soltura como para narrar algo tan extenso en ese idioma, mis disculpas. These stories will be the only ones wich I´m not gonna write in English because they are too long and I don´t have enough vocabulary or looseness to tell something so long in this language yet, my apologies***. 

Tuän terminaba de guardar una cimitarra oxidada que había encontrado entre las ruinas con sus pertenencias -se le había ocurrido que podría venderla a algún chatarrero por un par de monedas-, cuando los compañeros llegaron a la puerta que sellaba el pasillo. Se la había guardado porque, aunque parecía estar abandonada en los escombros, Tuän tenía un sexto sentido para las cosas importantes y tenía la impresión de que si llevaba aquella bella arma a un herrero, éste podría sacar todo su potencial y, al menos, podría venderla por bastante dinero.
            Todos se habían quedado parados frente a la puerta cuando llegó el mediano.
-¿Qué ocurre? -preguntó indiferente- ¿no entráis?
-La puerta está abierta... -la hechicera estaba observando a través de la rendija que dejaba la puerta- ... repito que ya saben que íbamos a venir. ¿Por qué? No lo sé, pero lo sabían...
-... y son drows -completó Darjeeline los temores de Kuive.
-Exacto, no detecto ninguna trampa mágica -terminó mirando al pícaro.
-Dejadme a ver...
Tuän se acercó a la puerta y la abrió lentamente, con los ojos bien abiertos y las piernas flexionadas, dispuesto a no dejarse engañar por nada más aquel día.
Se adelantó en la habitación contigua, seguido de cerca por Kuive y más atrás por los demás. Ambos se dirigieron hacia la parte derecha de la habitación, cada uno por su propia razón: ella porque había una gran estantería plagada de libros de tiempos inmemoriales; él porque había descubierto un cadáver de humano extrañamente colocado en el suelo y sospechaba que ahí había algo. Darjeeline se dirigió a observar una extraña estatua de la esquina opuesta de la habitación. Los demás se mantuvieron juntos en el centro de ésta, con las armas prestas y vigilando. Ninguno se fiaba un pelo ni de los drows, ni de sus cuartos semienterrados en la oscuridad.
-Cada vez tengo más claro que nos esperaban –comentó el mediano, levantando un ápice una de las anchas mangas del hombre muerto y observando debajo, con los ojos a ras de suelo.- no mováis a este pobre incauto –continuó diciendo- hay una trampa de presión bajo él… ¡Aaah!
 Junto con Tüan, los demás dieron un respingo al oír un fuerte ruido procedente del otro lado de la habitación. Darjeeline había movido la estatua que se estaba dedicando a examinar y, bajo ella, todos descubrieron un cofre sellado.
-Permitidme que os ayude, mi valerosa dama –el mediano, alentada su curiosidad de nuevo, se acercó al cofre alargado que sostenía la joven y se dedicó a examinar la cerradura.
-Esto es muy extraño… -murmuraba por su parte la éladrin, haciendo que el dracónido y el enano se acercaran curiosos a la mesa junto a la biblioteca que ella estaba revolviendo- todo esto…
-¿Ocurre algo? –preguntó Grimnir.
-Es que, todos estos papeles… no entiendo demasiado su lenguaje, pero sí entiendo cosas… es como si fueran anotaciones de campaña… sobre algo inminente… algún tipo de catástrofe y… y sobre mi báculo…
En ese momento Kuive tomó una decisión. Abrió su túnica, recogió y enrolló todos los pergaminos y se los guardó en varios de los bolsillos de ésta, dentro de los cuales parecieron desaparecer.
-¡Una guadaña! –Darjelline, con el rostro iluminado, se levantó, sosteniendo la afilada y brillante arma que el mediano le había ayudado a sacar del cofre- y parece bastante más resistente que la mía…
-¡Podríais llevar las dos! –sugirió entonces Tüan como si de una idea magistral se tratase- ¿creéis que seríais capaz?
-Por supuesto –respondió la clérigo, algo molesta- ¿por quién me habéis tomado?
-Esta puerta está hecha una verdadera basura –comentó entonces Adara que se había acercado a la puerta opuesta del pequeño cuarto- veo a través de sus grietas y al otro lado no parece haber nadie. Probablemente se rompa de una patada.
Se dispuso a golpearla, pero Axxis se acercó a ella rápidamente.
-Déjame a mí.
El enano también se apresuró a acercarse, el hacha presta en ambas manos, pero entonces se percató de que la joven éladrin no había hecho ademán de moverse. Observaba la estantería con ojos atentos.
Kuive conocía prácticamente todos los libros que había allí, o por lo meno había oído hablar de todos. Salvo de uno. Había uno que le llamaba particularmente la atención. Con la cubierta de cuero negro, ajado y raído, probablemente el más colonizado por los insectos de toda la estantería, era un ejemplar pequeño, pero ancho, de cuyo título la hechicera no había oído nunca jamás. Mirando de reojo a los demás, que se arremolinaban ya alrededor de la puerta, se lo guardó también en la túnica y se apresuró a ir con ellos.
-Cuidado Axxis –decía en aquel momento el enano- no sabemos lo que nos podemos encontrar al otro lado aunque parezca que no hay nada.
-Tranquilo –el dracónido, confiado, levantó el pie y descargó una energética patada contra la puerta doble, justo en el centro.
La madera crujió, los goznes chirriaron, el golpe se escuchó por toda la habitación, retumbando, levantando lejanos ecos en los retazos de polvo de las esquinas. Pero la puerta no se abrió.
En aquel momento, antes de que pudieran detenerlo, Axxis volvió a dar otra indignada patada contra la puerta. Nada.
Entonces fue cuando los oídos de Darjeeline y Kuive, que ya conocían los pasos drows, se percataron de que al otro lado había revuelo. Cualquiera que no conociera el sonido de sus leves pisadas, podía pasar aquello perfectamente por un silencio sepulcral, pero no era un silencio sepulcral, eran letales pasos silenciosos.
-Cuidado –Darjeeline habló casi en un susurro- hay drowz al otro lado.
-Cuatro, como mínimo –corroboró la elfa con el entrecejo fruncido- pero me sigue pareciendo raro que loa hayamos oído…
-Me da igual lo que haya al otro lado –respondió el dracónido furioso- voy a echar abajo esta maldita puerta.
-Estad atentos –dijo Darjeeline aprestando una guadaña en cada mano.
Una tercera patada no consiguió derribar tampoco la puerta.
Entonces llegó una cuarta patada, tras la cual se desató un pequeño y descontrolado caos.

La puerta prácticamente se desintegró con un sonoro golpe y, en aquel momento, una lluvia de flechas negras voló hacia los compañeros. Axxis, el más grande y el que estaba frente a los drows, recibió un flechazo en un hombro y trastabilló. Otra de las flechas, dirigida en la dirección de Kuive, fue esquivada por los pelos por ésta, pero no lo suficientemente rápido, por lo que de la herida que le había dejado en el cuello comenzó a manar in ligero reguerillo de sangre. Entonces, un agudo grito los hizo darse la vuelta. Tüan había conseguido esquivarlas todas con una ágil pirueta en el aire y a Grimnir, que estaba detrás y más abajo, tampoco lo habían alcanzado, pero a Darjeeline una de las flechas le había atravesado la pierna, haciéndola caer al suelo, y había salido por detrás limpiamente. Adara, junto a ella, se había echado a un lado y en aquel momento se apoyaba contra la pared, presta a salir corriendo en cuanto atisbara el más mínimo destello drow para acabar con ellos.
-¡Estoy bien! –gritó ella más alto de lo necesario- acabemos con ellos…
Entonces, de detrás de la gran estatua que había en el centro de aquella redonda habitación salieron tres drows y un cuarto se materializó frente al mediano y las dos semielfas, presto a asestar el golpe que preparaba con su mandoble. El golpe iba dirigido al mediano que, rápido de reflejos, lo esquivó de un salto y el mandoble del drow chocó de lleno contra el de Adara, quien lo hizo retroceder unos pasos.
Más atrás, uno de los drows que habían aparecido tras la estatua, apuntó a Axxis con una flecha envenenada que chorreaba una especia de líquido negro muy espeso y disparó, pero el dracónido, harto ya de aquellos intentos de guerrero, lo esquivó de un salto con el que además adelantó varios metros, profirió un grito burlesco y lanzó su maza justo en la dirección del pecho del elfo oscuro, aplastando su caja torácica contra la rodilla de la estatua que en aquellos momentos se hallaba justo detrás. Entonces se dio la vuelta y miró amenazador al que sería su siguiente víctima.
Por su parte, un elfo oscuro con espada larga y escudo se había acercado hasta Darjeeline, a quien creía indefensa ya que ésta estaba tratando de detener la hemorragia de su pierna, rodilla en tierra y desarmada; lanzó una estocada que enseguida fue desviada por el mandoble de la otra semielfa que se encontraba cerca y que había pasado el relevo del otro drow al mediano.
El último de los drows, daga en mano, se había vuelto hacia Axxis ya que era su peligro más cercano. Sin dudarlo ni un segundo le lanzó la daga con todas sus fuerzas, sin embargo, no consiguió sino enfurecer aún más al dracónido por rayar su brillante armadura con ella.
En ese momento Darjeeline trataba de ejecutar un hechizo contra el contrincante de Tüan, pero ambos se movían tan rápido que no consiguió acertarle.
Kuive, a su vez, había invocado un orbe de luz y lo había lanzado contra el oponente de la otra semielfa, pero a éste tampoco había conseguido darle. Sin embargo, el drow contra el que peleaba Tüan tuvo la mala suerte de cruzarse en el camino de la esfera mágica, quedando moribundo en el suelo, en una posición extraña.
De pronto, el enemigo de Adara se volvió y, de nuevo, lanzó otro mandoble a Darjeeline quien, como acto reflejo, se lanzó de bruces al suelo para esquivarlo. Entonces, con una expresión de adusta determinación en su otrora cálido rostro, la clérigo sujetó su colgante con ambas manos.
-Invoco el poder que por Mielikki me ha sido otorgado –decía mientras realizaba extraños y esotéricos movimientos con los brazos y las manos-. Por mi sangre y por mi fe: muere.
El elfo oscuro se había detenido, extrañado y entonces, con una expresión de sorpresa profundamente grabada en su rostro, comenzó a arder en llamas de un extraño tono más azulado que naranja y explotó. Alrededor de donde se había encontrado –un pedazo de suelo calcinado- brillaban miles de pequeños destellos, pavesas encendidas de un fuego celestial.
 El drow que aún estaba moribundo trató de incorporarse de nuevo y atacar a Tüan, pero éste apenas tuvo que moverse para evitarlo; en primer lugar, porque el mismo elfo oscuro había trastabillado y se había clavado su propia espada en una pierna. En segundo lugar, porque Kuive, mientras tanto, había estado vocalizando unas extrañas palabras y de su mano, levantada la palma en dirección al ser, brotó una transparente onda, con el sonido de un estruendoso trueno, que lanzó al drow hacia atrás de golpe. Cuando su cuerpo golpeó violentamente la pared del fondo y cayó al suelo, ya estaba muerto.
Sin embargo, aquello aún no había acabado. El drow de las dagas levantó la segunda y la volvió a lanzar contra el dracónido. Tüan lo vió y también sacó rápidamente un suriken de su manga y se lo lanzó al elfo oscuro, acertándole en el hombro e inmovilizándole el brazo con el que lanzaba a la vez que lo tiraba al suelo, pero había sido demasiado tarde. La daga había dañado de nuevo la armadura de Axxis y éste, cada vez más furioso, se acercaba al elfo de piel oscura con la maza enarbolada. Cegado por la ira, la dejó caer sin apuntar y el elfo oscuro no tuvo más que rodar por el suelo para esquivarlo. La maza del dracónido rompió tres baldosas, levantando una ingente nube de polvo y humo.  Cuando ésta se disipó el drow había desaparecido, huyendo por unos pasadizos traseros. Ya no quedaba rastro de él.

En aquel momento un silencio sostenido se apoderó de la sala. Un silencio pesado, cansado y resoplante. Grimnir, que había estado observándolo todo atónito al lado de Darjeeline, tratando de ayudarla a detener la hemorragia, fue el primero en hablar.
-Tenéis toda la razón del mundo –dijo mirando a la clérigo y a la hechicera- este ataque ha sido sucio, desorganizado y poco menos que desastroso… en nada parecido al de un grupo de drows bien entrenados… y ni que decir tiene que los elfos de Lloth no huyen –añadió mirando en dirección al pasillo por el que había desaparecido el último.
-Yo propongo que lo persigamos –respondió el dracónido malhumorado, tratando de arreglar los desperfectos de su armadura sin mucho éxito- y le demos caza.
-Tranquilo –Kuive lo frenó con una mano en el enorme antebrazo de Axxis- lo pillaremos, vamos a recuperarnos primero… pero Grimnir tiene razón –concedió- son casi los drows más raros que he visto en toda mi vida… y he visto a muchos…
-Ya estoy mejor –Darjeeline se levantó, con la pierna ya vendada y utilizó ambas guadañas para sostenerse- podemos ir tras él si queréis.
-Aquí hay una vieja lámpara –la elfa se había agachado a mirar bajo los escombros que el dracónido había provocado y había encontrado un quinqué de gas lleno de polvo-. Aún tiene mecha y algo de aceite, podemos usarla –dicho lo cual la encendió con un breve chasquido de los dedos. La en principio débil llamita fue creciendo poco a poco, iluminando por primera vez toda la zona. Tras la estatua del centro de la habitación circular había un corto pasillo y, al otro lado de éste, una nueva puerta.
Los compañeros se miraron entre ellos.
-¿Es que esto no va a terminar nunca? –preguntó el mediano, agotando su paciencia.
-Nunca es mucho tiempo, amigo –le respondió la éladrin perdida en sus pensamientos, con la mirada prendida de la titilante llama roja- no la utilices jamás.
-Basta de cháchara –Adara, impaciente, agarró el candil que sostenía Kuive y se internó en el oscuro pasillo.
Todos los demás se internaron también en él, uno tras otro, hacia una nueva puerta, hacia una nueva sala oscura, un nuevo peligro, una nueva batalla. El último en cruzar el oscuro umbral fue el enano. Grimnir echó un último vistazo a la sala, justo a tiempo para ver cómo el cadáver del elfo al que su amigo el dracónido había aplastado contra la estatua, se volatilizaba sin dejar rastro.
Entonces, ya fuera porque el foco de luz cada vez se alejaba más, ya por una extraña coincidencia en los astros del cielo, la penumbra de aquel cuarto se volvió más oscura y densa si cabía, más penetrante, más profunda.