"This huge, twisted trunk is the highest of all the vallenwoods in the Valley". Within it stories are told, within it tales are lived, he is witness of lots of adventures, because within it lives the magic ...

This is a magical world ...
where castles rises above clouds seas ...
and dreams walk calmly down the street ...
where every one can be that heroe who dreamed of one day ...
and
if they turn back, they see their wishes fulfilled ...
You´ve got a big heart, keep it filled with
happiness, Lord of the Shadows, so you can live more an live forever inside a
heart, inside yours, inside mine...


Every now and then we come across bands who find inspiration for their music in Dragonlance, most often from Raistlin who is unquestionably the saga's favourite character.

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lunes, 25 de octubre de 2010

Kuive, vigilante.

escrito por Lore.

Los recuerdos que tengo me dicen que aquellos días siempre fueron felices. Montolio me sacó de mi estado de inconsciencia consciente, de mi posición jerárquica en el bosque, entre las bestias. Montolio me llevó a su huerto, vallado de troncos y lleno de animales. Conocí al oso gruñón de las cavernas y al búho que hacía las veces de mirada del humano vigilante. Aprendí a manejar armas, las preferidas por los vigilantes, me enseñaron que creer en algo, en una deidad, no es ofrecerle mi vida entera a ese ente supranatural, sino actuar en consecuencia con mis propios principios morales, arraigados, y el seguir a una diosa como la que yo seguía, Mielikki, era simplemente darles un nombre a mis principios. Aprendí todo lo que había desaprendido cuando me convertí en un animalillo salvaje. Volví a aprender a leer, a escribir, a hablar. Montolio fue mi salvación, me convirtió en Vigilante, me devolvió a la vida, me hizo renacer.

Pero lo más importante de todo es lo que me hizo no olvidar nunca.

Recuerdo un día, una semana antes de irme de aquel lugar. Estábamos paseando por el huerto y el bosque circundante, tratando de encontrar a una cervatilla que estaba a punto de dar a luz y que sabíamos que tendría problemas porque era demasiado pequeña y, por el tamaño de su tripa, iba a tener gemelos. Recuerdo que no dábamos con ella, era demasiado huidiza y temerosa. Sin embargo, aquel día no fue infructuoso. Montolio me contó mi futuro.

-Ya llevas aquí casi medio año... -musitó para sí, casi como si fuera el viento que en aquel momento mecía las hojas de los árboles- ... yo ya no puedo enseñarte mucho más de lo que te he hecho aprender hasta este momento.

Entonces sí que me miró directamente a mí con sus ojos que no veían. Se detuvo en seco y, por primera vez, una hoja crujió levemente bajo sus pies.

-Te voy a echar de menos.

-¿Por qué? -pregunté yo, intuyendo que ya me quedaba poco tiempo en aquel huerto- ¿tengo que irme?

-No tienes que hacerlo -sonrió él- pero deberías. Van a pasar por aquí unos amigos míos, unos eladrines. Son parientes tuyos, muy cercanos. He hablado con ellos y estarían encantados de llevarte para cuidarte hasta que tengas edad de irte tú sola a recorrer mundo. Con ellos podrías aprender muchas más cosas que quedándote aquí el resto de tu vida.

-Pero tú me enseñas muchas cosas, ¡me salvaste la vida! -me desesperé agitando ante él el cascabel con la larga trenza de hilo que llevaba atada a un brazo con miles de vueltas. La trenza que, poco a poco, hilada a hilada, me había sacado de mi oscuro mundo de niebla y fuego y me había abierto los ojos al nuevo y soleado día que se descubría ante mí una bonita mañana de otoño- no me puedes echar hora...

-Pues lo voy a hacer -su expresión, dura mientras había dicho aquella frase, se suavizó en una ancha sonrisa cuando añadió- eres un pájaro libre y has de volar algún día. Medio año para ti es muy poco tiempo, pero tienes muchísima vida por delante, y a mí ya no me queda tanta -su hirsuto bigote se dilató más todavía cuando ensanchó su blanca sonrisa en una jovial expresión- tienes mucho camino por recorrer, muchas tierras por descubrir y muchas vidas a las que ayudar en nombre de tus principios, en nombre de Mielikki, en mi nombre.

Me quedé pensativa unos segundos. Me negaba a aceptar que todo el hogar que yo conocía fuera a quedar relegado a un mero recuerdo en mi mente en tan sólo seis meses. Me negaba en rotundo.

-Pero... tú...

-Yo he hecho lo más bonito que se puede hacer -me interrumpió- y tú me has dejado hacer lo más hermoso que se puede dejar hacer, ¿recuerdas? Yo te di tu nombre.



Sí, claro que lo recordaba. Recordaba ir de la mano de Montolio, siguiéndolo sin saber muy bien qué hacía. Recuerdo que me llevó a un río y que me quitó de encima toda la suciedad acumulada en casi cuatro años de vagabundeo y, con ella, todas mis dudas y tribulaciones. Recuerdo que, cuando mi cabeza emergió por tercera vez de las cristalinas aguas, entendía las cosas mejor y las veía con más ánimos. Recuerdo que allí mismo me cortó las greñas, y me dejó una media melena casi decente. Cuál no fue mi sorpresa cuando, debajo de la mugre acumulada, mi pelo apareció rubio. Lo recuerdo sujetándome el brazo con delicadeza, con una ternura paternal, y frotando para que se fuera hasta la última mota de polvo de mi piel. Estaba mucho más lúcida, pero sin embargo, seguía metida en un extraño trance del que me costaría salir. Era como si una persona hubiera dormido tantos años seguidos que le costara demasiado desperezarse; como si viviera al otro lado de una extraña membrana semivelada que me aislara del resto del mundo. No iba a ser fácil salir de ahí. En aquel momento era una criatura indefensa en un limbo, a medio camino entre bestial y domesticada. Aquel era mi estado en esos momentos. Recuerdo que me sacó del agua y me puso ropas limpias Recuerdo haberme encontrado de pronto en una habitación de paredes de madera, con el fuego del hogar -aunque yo aún no recordaba que se llamaba así- crepitando a mi lado y embotando aún más mis sentidos. Recuerdo haberme tomado de forma voraz un caldo caliente y haberme sorprendido por ello. Después no sé muy bien en qué momento mi extraño duermevela pasó de realidad a sueño.



La siguiente escena que recuerdo es un techado de madera y paja, por el que se filtraban pequeñas gotas de agua que iban a parar a una lona impermeable; gotas que yo podía ver al trasluz al otro lado de la lona. Los vientos agitaban la pequeña cabaña donde nos hallábamos. Recuerdo el calor de las mantas, la suavidad de la almohada que había bajo mi cabeza. Cuando mis ojos enfocaron, pude ver el bigote del hombre que se inclinaba expectante sobre mí. El hombre que me intentaba salvar. Noté algo frío en el brazo, tenía atado el cascabel que yo misma había trenzado con las cuerdas que él me dejó un día. Las cuerdas que fueron la clave para que mi mente no estuviera del todo perdida en una vorágine roja y negra.

-Kuive, akha kuvioun… -susurró el hombre en un idioma aún incomprensible para mí. Un idioma que, sin embargo, levantó una nota de nostalgia y distancia en mi interior, un inaudible susurro de pérdida en mi corazón.

-¿C…c…? –traté de articular alguna palabra, pero no pude. Mis ojos hablaron por mí.

-Kuive, al fin has despertado –repitió el hombre en un idioma que sí entendí… más o menos. Aquel hombre me había estado hablando en sueños. Había estado contándome historias mientras dormía en lengua común, la más fácil de aprender, innata para la mayoría de los seres, por eso entendía parte de sus palabras.

-¿Ku…kuive? –ésa era la única que no había entendido.

-Es tu lengua natal, pequeña… -respondió el hombre-. No sé cómo te llamabas antes, y probablemente tú tampoco te acuerdes… pero has estado dormida mucho tiempo y ahora, al fin, has vuelto a la vida, has renacido, has despertado… ése será tu nombre en adelante, Kuive, el despertar.

No había entendido todas las palabras. Pero sí el sentido de la frase. Kuive me gustaba, lo consideraba apropiado. A partir de entonces Montolio ocuparía un lugar especial en mi corazón. Él me había hecho renacer, me había hecho despertar.



Me llamo Kuive y aquí despierta mi historia.

2 comentarios:

Didichu dijo...

Precioso

Pyluca dijo...

espero con ansias la continuacion de la vida de Kuive