Era ella algo pequeño.
Era una pequeña muñeca, de esas de trapo, con su camisita, su falda cosida y sus mangas con botones.
Aquella muñeca era feliz porqeu todo el mundo quería jugar con ella, todo el mundo la adoraba, todo el mundo la requería. Sentía que no estaba sola ni un momento.
Todo el mundo sabe que a los muñecos de trapo no les gusta estar solos y ella, al fin y al cabo, era una muñeca de trapo.
Pero no era una muñeca como las demás. Era una muñeca que pesaba. Y pesaba porque tenía alma, tenía corazón. Aquella miñequita de trapo tenía un corazoncito de porcelana.
Era feliz, de aquella forma era feliz.
Pero entonces, un día, algo tiró de ella, algo le arrancó de cuajo un botón de la manga izquierda. De pronto se dio cuenta de que dos de los niños a los que más quería estaba tirando de ella, cada uno de uno de sus pequeños bracitos. Ambos pequeños la requerían para ellos solos. Ambos querían que les ofreciese absolutamente todo su tiempo, pero ella no podía. Su corazón le dolía y el pecho le ardía.
Entonces, de pronto, ocurrió. Ya no pudo aguantar más. La pechera de su pequeña camisita se desgarró y su corazón cayó al suelo.
En el suelo, el pequeño corazoncito de porcelana de la muñequita de trapo, se rompió en mil pedazos...
...
...
...sin embargo, la luz siempre sigue a la más profunda oscuridad.
Una mano amiga se tendió y cosió con cuidado la camisita de la desvencijada muñeca. Una mano amiga que siempre estuvo allí, agazapada en la oscuridad, esperando a que le llegara el momento de actuar, como un torrente de luz que se derrama sobre las negras rocas.
Con la otra mano, recogió los dos pedazos más grandes del pequeño corazoncito de porcelana y los unió con amor. Así, desde entonces y hasta el día de hoy, la pequeña muñeca de trapo sigue recogiendo pedacitos de corazón, intentando recomponerlo. Y espera, pacientemente, a que alguno de aquellos niños que un día la rompieron en dos por tirar demasiado de ella, vuelva y la ayude, habiendo madurado y entendido todo.
Porque la muñequita de trapo sabe que nunca hay que perder dos cosas: la pirmera la esperanza, y la segunda, por muy mal que estén las cosas, por muy oscuro que se vuelva el universo, la sonrisa.
Porque pase lo que pase, siempre hay que caminar por la vida con una sonrisa.
Era una pequeña muñeca, de esas de trapo, con su camisita, su falda cosida y sus mangas con botones.
Aquella muñeca era feliz porqeu todo el mundo quería jugar con ella, todo el mundo la adoraba, todo el mundo la requería. Sentía que no estaba sola ni un momento.
Todo el mundo sabe que a los muñecos de trapo no les gusta estar solos y ella, al fin y al cabo, era una muñeca de trapo.
Pero no era una muñeca como las demás. Era una muñeca que pesaba. Y pesaba porque tenía alma, tenía corazón. Aquella miñequita de trapo tenía un corazoncito de porcelana.
Era feliz, de aquella forma era feliz.
Pero entonces, un día, algo tiró de ella, algo le arrancó de cuajo un botón de la manga izquierda. De pronto se dio cuenta de que dos de los niños a los que más quería estaba tirando de ella, cada uno de uno de sus pequeños bracitos. Ambos pequeños la requerían para ellos solos. Ambos querían que les ofreciese absolutamente todo su tiempo, pero ella no podía. Su corazón le dolía y el pecho le ardía.
Entonces, de pronto, ocurrió. Ya no pudo aguantar más. La pechera de su pequeña camisita se desgarró y su corazón cayó al suelo.
En el suelo, el pequeño corazoncito de porcelana de la muñequita de trapo, se rompió en mil pedazos...
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...sin embargo, la luz siempre sigue a la más profunda oscuridad.
Una mano amiga se tendió y cosió con cuidado la camisita de la desvencijada muñeca. Una mano amiga que siempre estuvo allí, agazapada en la oscuridad, esperando a que le llegara el momento de actuar, como un torrente de luz que se derrama sobre las negras rocas.
Con la otra mano, recogió los dos pedazos más grandes del pequeño corazoncito de porcelana y los unió con amor. Así, desde entonces y hasta el día de hoy, la pequeña muñeca de trapo sigue recogiendo pedacitos de corazón, intentando recomponerlo. Y espera, pacientemente, a que alguno de aquellos niños que un día la rompieron en dos por tirar demasiado de ella, vuelva y la ayude, habiendo madurado y entendido todo.
Porque la muñequita de trapo sabe que nunca hay que perder dos cosas: la pirmera la esperanza, y la segunda, por muy mal que estén las cosas, por muy oscuro que se vuelva el universo, la sonrisa.
Porque pase lo que pase, siempre hay que caminar por la vida con una sonrisa.